Separación, aceptación social e infidelidad

Una de las principales causas de las infidelidades, tanto en hombres como en mujeres, es la falta de plenitud y felicidad dentro de una relación de pareja. Sí, generalmente alguno de los dos (o los dos) comienzan a perder el interés en la relación que tienen y buscan (o simplemente encuentran) en otra persona la emoción, pasión, escucha, ternura, etc. que le hacen falta. Creo que no solo en la actualidad, sino en toda la historia de la humanidad, siempre hay forma y tiempo de hacer las cosas cuando en realidad se quiere. En el caso de la infidelidad también ocurre así, siempre que se quiere (consciente o inconscientemente), se encuentra con quién y cómo.

Me he puesto a pensar en una situación que ayudaría mucho a bajar los índices de infidelidad y de infelicidad, que es la honestidad dentro de las relaciones de pareja, pero por alguna causa hemos aprendido a que es mejor callar las cosas, guardarlas, aguantarnos, a veces por evitar problemas, y en otras ocasiones por evitar situaciones incómodas y no aceptadas por la sociedad. En otras ocasiones es simplemente por querer sacarle la vuelta a la realidad o de plano no poder verla por lo dolorosa que parece.

A esto le agregamos que a diario, por más rudos y rebeldes que seamos (o parezcamos), estamos afrontando un diálogo (a veces lucha) entre lo que deseamos y lo socialmente aceptable. Y uno de esos casos es el de las relaciones de pareja que ya no funcionan, y que no solo son insípidas, sino que rayan o pasan en lo insano y destructivo. Soy terapeuta de pareja, y eso me hace saber que hay muchas ocasiones en donde la situación tiene solución, se trabaja en acomodar ideas, en revivir la pasión y otros detalles, y la relación renace como ave fénix, incluso mejor que cuando comenzó, ¡eso es genial y bastante deseable! Pero también hay casos que lo más sano es salir de ahí si queremos seguir con vida, emocional y hasta física.

A estos segundos casos me referiré ahora. Cuando ya después de hablar, trabajarlo, buscar ayuda profesional y espiritual, luego de haber explotado las herramientas que nos pueden aclarar el panorama, nos damos cuenta que la relación simplemente ya no funciona ni funcionará (o incluso que nunca ha funcionado en realidad), es importante comenzar a cerrar el ciclo de la manera menos dañina posible. Aquí es donde aparecen muchas arañas mentales que nos comienzan a trabar el camino, y una de ellas es la posible desaprobación social.

Vemos que para la sociedad (que aún me sigo preguntando quién exactamente es la sociedad) es mal visto terminar relaciones de pareja, y más si ya tienen alguna formalidad religiosa o legal entre ellos, y mucho menos si tienen hijos. Aunque cada día es más común el que las personas decidan terminar relaciones, pareciera ser que la etiqueta de “divorciado” o cualquier término similar, se tatuara en la cara de las personas y de ahí en adelante eres un especimen raro, que no puede construir una buena relación de pareja, y que no le interesa el futuro de los hijos, quienes pueden crecer con un trauma imborrable de por vida.

Lo que yo creo es que las personas que tienen el cuidado de identificar que su relación de pareja va en declive, hablan, trabajan, buscan solución, pero concluyen que ya no es sano seguir ahí y toman el valor de separarse, son personas valientes, honestas consigo mismos, sensibles a sus propias necesidades y en consecuencia de ello, a las necesidades de quienes lo rodean.

Quiero aclarar que no me refiero a las personas que juegan a casarse y divorciarse (legalmente o no) sin hacer ni el mínimo esfuerzo por trabajar en el arte de tener una relación de pareja. O que a la primera cosa que no les pareció, no tuvieron la habilidad de trabajar en ello y simplemente por orgullo o chiflazón terminan. Esta es harina de otro costal.

Para las personas que tienen la habilidad de autoobservarse, que se aman y cuidan a sí mismos y a los demás, no es fácil aceptar que su relación de pareja ya no debe de estar o ya no está (cuando por su parte no quería terminar) en su vida. Implica aceptar errores, responder por decisiones tomadas tiempo atrás y que no funcionaron como pensaba. Y una de las cosas que le es más difícil es saber que puede lastimar a personas que ama (o amó) mucho. No está lidiando solo con el duelo de la relación que perdió y en donde había depositado grandes esperanzas de plenitud de vida, sino que pierde relaciones interpersonales, cosas materiales, forma de vida, un pedacito de corazón (recuperable a futuro, pero por el momento se siente que arde), y aparte pierde una especie de credibilidad y aceptación social.

Pareciera ser que esta parte es la que menos le importa, ya que están más metidas en resolver todo el cúmulo de trámites y cambios de vida que se requieren tras cualquier rompimiento. Y sobre todo tratando de mantener juntos los pedazos de su Ser y de su corazón para no quebrarse emocionalmente, al menos no antes de lograr cerrar el círculo de manera diplomática y con los menores daños posibles. Entonces lo social pasa a segundo, tercero o quinto término.

Sin embargo, si la sociedad, es decir, tú, yo y los famosos demás, nos diéramos el tiempo de  dejar de juzgar para dar el brinco a comprender, las cosas serían más sencillas. Tendríamos un campo más abierto para evaluar las situaciones de manera más honesta, desde nuestro sentir y pensar, y actuar en base a ello. En vez de señalar a las personas que han dado el paso de terminar una relación de pareja inexistente o dañina, de criticarlos, e incluso por apariencia querer forzarlos a que deben de quedarse en donde prometieron (civil, moral o religiosamente) que lo harían, sería un alivio para ellos poder darles contención (sin lástima), escucha, amor, espacio para reordenar ideas y reconstruirse, abrazos, en fin, todo aquello que pueda ayudar a una persona en crisis a sobrevivirla, a sobrepasarla y resurgir como su Yo nuevo y reluciente que había estado siendo opacado por la situación de vida crítica que está viviendo, y probablemente vivió durante mucho tiempo.

El término de una relación de pareja es tiempo de reacomodar ideas, de sanar heridas, de agarrar fuerzas, de recalcular objetivos, de reinventarse, de REVIVIR.

Creo que va siendo tiempo de cuidarnos unos a otros, de en vez de meter el dedo en la llaga, de ponerle sal a la herida, y de querer forzar a los demás a ser quien nosotros pensamos que debería de ser. Necesitamos conocernos, conectar desde el corazón, aceptar que como humanos a veces tomamos caminos que al final no fueron lo que esperábamos y que tenemos derecho, incluso obligación moral, de recalcular el rumbo, con brújulas diferentes, aunque ese rumbo ahora parezca incierto.

Si tú y yo decidimos ser personas de aceptación, de comprensión y conexión (repito, sin lástima) podemos comenzar a crear un espacio, aunque sea pequeño, en donde las personas tengan esa libertad de continuar el camino, sanar, en lo mayor posible responsabilizarse de los daños, tomar un respiro y seguir adelante aunque se hayan caído, golpeado y descalabrado. Y parte de los beneficios de crear este pedacito de espacio es que cuando a nosotros nos toque caernos, sabemos que contamos con personas a quien estamos conectadas, que nos sostendrán de la mano mientras la tormenta pasa. Dentro de esta contención también hay momentos de confrontación con realidades que nos hagan crecer, aquí es donde resalto que no solo se le tiene lástima a la persona, pero cuando se hace dentro del marco de la aceptación, de la fraternidad, del acompañamiento, cumplen esa función de ser herramienta de crecimiento, no de arma que hiere y rompe más a la persona que está pasando por la crisis.

Así que, independientemente de el lado en el que nos encontremos de la situación en donde una pareja termina (quien terminó, a quien lo terminaron, quien acompaña a alguno de los dos), tenemos la responsabilidad de crear y crearnos un ambiente de aceptación y acogimiento, para sobrevivir, sobrepasar, y renacer. Ya que cuando detectamos en la vida algo que no está funcionando y que incluso nos está dañando, es de sabios y valientes tomar cartas en el asunto, valorar quien somos, y en base a eso actuar lo suficientemente rápido como para ya no seguir dañandonos o dañando a quienes nos rodean (sobre todo los más cercanos, como los hijos, son los que se dañan cuando nosotros no estamos felices o estamos en una relación de pareja insana o destructiva).

Entonces, creo que una de las principales causas de la infidelidad es el rechazo social que existe para las personas que deciden terminar relaciones insanas, ya que si vivimos en un espacio en donde las caídas y los nuevos caminos son aceptados, las personas se sentirían en mayor libertad de en vez de buscar una relación prohibida alterna a la que tienen, podrían cerrar ciclos, sanar y ahora sí, emprender el encuentro de una relación sana, constructiva, que llene de colores el corazón y la mente. Y así poder continuar siendo parte activa en crear una sociedad plena y sana.
Tengo la idea de que un corazón sanamente enamorado y libremente correspondido tiene el poder de crear tantos colores a su alrededor, que el mundo es diferente cuando se encuentran cerca de esta pareja de creadores amantes.
¿Qué te toca hacer a ti al respecto de este mundo de aceptación y crecimiento?