Estoy en lo correcto aunque se demuestre lo contrario

¿Qué se siente estar equivocado?, ¿cómo se siente emocionalmente? Pregunta la expositora a los asistentes. Dentro del público algunos contestan que se siente terrible, que es vergonzoso, etc. A lo que la expositora señala que están respondiendo a otra pregunta, ellos se están refiriendo a lo que se siente darse cuenta que uno está equivocado. Estar equivocado no se siente a nada, de hecho, se siente a estar en lo correcto.

Lo anterior es conocido como ceguera al error; cuando estamos equivocados pero no tenemos indicio alguno que nos haga darnos cuenta que estamos equivocados hasta que ya es demasiado tarde. Un ejemplo animado de esto es la caricatura del Correcaminos, cuando el Coyote, persiguiendo al Correcaminos, no se da cuenta que está corriendo sobre un acantilado y no es hasta que voltea a ver hacia abajo que se percata de su error y es ahí cuando comienza a caer. Él pensaba que seguía corriendo sobre tierra firme y su cuerpo actuaba de tal forma. De la misma manera nos sucede a nosotros cuando estamos equivocados, creemos estar parados sobre lo correcto  y aunque no es así, nos aferramos a esa idea.

Lo que propone Kathryn Schulz es bastante interesante en muchos sentidos, es decir, ¿por qué la mayoría de nosotros hace todo lo posible por evitar pensar que estamos equivocados a pesar que somos conscientes que como especie humana somos propensos al error?

Pongámoslo de la siguiente manera: usted está en desacuerdo con su pareja sobre un tema en particular, algo sencillo como el método correcto de lavar los trastes, la hora correcta del día para regar el jardín, la ruta ideal para llegar a algún lugar, etc. Desde el momento en que usted argumenta a favor de una u otra alternativa, está cien por ciento seguro (a) de encontrarse en lo correcto, si no, ¿qué caso tendría gastar tiempo y energía en defender algo que está equivocado? Independientemente del desenlace de esos escenarios, llama la atención que ninguno de los miembros de la relación llegó a cuestionarse si pudieron haber estado equivocados en ese momento. De pronto, toda esa apreciación abstracta de la falibilidad humana se escapa por la ventana cuando se pone en juego mis creencias y mi visión del mundo.

Pero ¿qué consecuencias negativas tendría darnos cuenta y aceptar que estamos equivocados en situaciones específicas?, ¿a qué estaríamos renunciando?, ¿realmente perderíamos parte de nosotros mismos, o sufriríamos daños irreparables en nuestra autoestima? Vivimos en una sociedad en donde equivocarse equivale a tener consecuencias negativas (perder una relación, no obtener un trabajo, etc.), de tal manera que nos convertimos no solamente en perfeccionistas, sino en personas que juzgan y critican el error en los demás y en sí mismas.  Sin embargo, confiar en la sensación de estar en lo correcto puede ser muy peligroso, ya que esa sensación no es una guía confiable de lo que realmente sucede en el exterior, y cuando actuamos de tal forma y dejamos de evaluar la posibilidad de estar equivocados, es cuando cometemos grandes errores. En palabras de la expositora, “estar equivocados en algo, no significa que haya algo mal en nosotros”.

Si bien, estar equivocado puede tener consecuencias negativas, el aferrarse a estar en lo correcto puede tener aún más. Actualmente podemos observar la gran división existente en la sociedad por personas o grupos que defienden fervientemente sus puntos de vista sin considerar la posibilidad de error. Esto nos lleva a la segregación, el odio, el rechazo y demás.

En lo particular, aunque no soy experto en el área del error, me resulta interesante el impacto que tiene dicho fenómeno en las relaciones interpersonales, particularmente, la forma en que las personas tratan de persuadir al otro, de moldearlo a sus necesidades, de “enseñarle cómo son las cosas”, de cómo esto genera un distanciamiento de las partes involucradas en una relación y se comienza a percibir al otro como un enemigo.

Afortunadamente, podemos ser capaces de transformar esto si cambiamos la lente con la que percibimos al mundo, si aceptamos que nuestra capacidad para equivocarnos no es un defecto vergonzoso del sistema humano, algo que podamos erradicar o superar, sino que es algo inherente a nuestro ser. Si tomamos esto como premisa, podremos tener un mayor nivel de aceptación hacia las cosas como son, hacia los demás y hacia nosotros mismos.