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Avalancha

“Mi táctica es construir con palabras”

—Mario Benedetti

 

Cuando estaba por publicar mi primer libro, mi maestro, Don Diego Moreno, me dijo que una vez publicado “se defendería solo”, lo cual me pareció muy bien ya que una de las cosas que me gustan mucho de escribir historias es que así no las tengo que relatar una y otra vez. Eso no es muy de mi agrado. Sin embargo creo que no era a mi comodidad a lo que él se refería, sino a la incapacidad material de estar al lado de cada lector para aclararle cualquier duda, saber de primera mano qué le parece el texto o incluso defender o justificar lo escrito. Quizás mi libro esté sirviendo para nivelar alguna mesa. No me preocupa.

Parte de esa idea es que las cosas que una persona lee suelen ser muy diferentes a las que se escriben en primer lugar. La palabra escrita establece un diálogo entre escritor y lector, y la teoría del diálogo dice que el emisor codifica su mensaje y el receptor lo decodifica. Esto, desde luego, aplica para cualquier clase de comunicación: escrita, hablada, con imágenes, con señas, etc. Pero la clave está en el código empleado y la manera que tiene cada persona en decodificarlo. Esto de forma natural produce reacciones tan variadas como las que un único ácido provocaría al mezclarlo en distintas probetas con diferentes compuestos.

Las personas tendemos a asumir lo que la otra persona quiso decir, lo que la otra persona piensa y hasta sus más negras intenciones… o las mejores, aun así suele ser un error suponer. Las suposiciones son diferentes según lo que cada individuo tenga en su interior, “como somos, juzgamos” dice la vox populi, o “el león cree que todos son de su condición”. Cuando nos comunicamos, entendemos los mensajes según las herramientas con las que contamos, el compuesto que tenemos en nuestra probeta, nuestra inteligencia y buen juicio al igual que nuestros prejuicios, miedos, desconfianzas, en fin, lo que somos. Se dice que al buen entendedor le bastan pocas palabras, sin embargo el comunicador no está exento de la responsabilidad de emitir un mensaje lo más claro posible y tratar —¿hasta dónde es esto posible?— de ponerse en el lugar de quien recibe su comunicado.

¿Cuántas relaciones no se han malogrado a causa de un simple malentendido?

El uso del lenguaje es la principal herramienta con la que contamos los humanos para comunicarnos, y va más allá de nuestro idioma, tiene que ver con factores tan diversos como la edad, la generación, la geografía, las condiciones impuestas por la sociedad, las creencias y la cultura como la posición social, estado civil, y todo el cúmulo de cosas que hacen de cada individuo lo que es. Mientras mayor conocimiento tengamos de esa herramienta, mejor la podremos utilizar para mejorar nuestras interacciones con los demás.

El lenguaje es una red social más extensa y más compleja que las que la tecnología ha venido a implantar en las comunidades humanas. Me parece fascinante el hecho de que las palabras puedan ser utilizadas igual con sutileza que con torpeza, para sanar o para herir, para llevar el conocimiento más elevado o tonterías. Fascinante pero sumamente delicado. Aunque se pueden usar para construir o para destruir, las palabras son más que una mera herramienta, como lo sería un cincel, que en las mismas manos puede crear una bella estatua o desfigurarla; las palabras, el lenguaje, nuestro idioma, son vehículo de nuestra cultura, de quienes somos.  Aquí hemos elegido utilizarlas para llevar lo mejor de nosotros para algo en particular: para compartir.

La primera vez que tuve la fortuna de colaborar con Adriana, la creadora de Pensando en Espiral, fue en un proyecto de radio que incluía locutores de diversas culturas de habla hispana en el que apostamos por la riqueza de nuestro idioma y sus diferencias entre países y regiones para lograr un acercamiento entre los radioescuchas. Sigue en el tintero.

Acercamiento.

Con más bríos y entusiasmo, le apostamos nuevamente a la expresión, en este caso, expresión escrita de las ideas para poner al alcance de los lectores las palabras de grandes personas que gentilmente han accedido a compartir con todos nosotros el conocimiento y experiencia que hay detrás de ellas. Como lo mencioné al principio, estas palabras, una vez en tus manos, se defenderán solas, aunque es nuestro deseo que sacudan tu mundo, ya sea de un modo radical, que te hagan vibrar de pies a cabeza y te hagan sentir que eres una nueva persona o que simplemente sean el garnuchazo que sirve para poner en movimiento la piedrita que terminará convirtiéndose en una avalancha.

 

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