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¿Alguien puede ser perfecto?

Tanto en las escrituras católicas como en el resto de las religiones del mundo y la mayoría de las diversas ideologías de vida, existen modelos de perfección. Nos dictan quiénes tenemos que ser, qué hacer y hasta qué decir para poder ser considerados seres humanos perfectos. Por ejemplo, para los judíos perfecto es aquel que cumple con la ley, para los cristianos es quien vive la nueva ley de Cristo y sabe Amar, y para San Jerónimo es ser conforme a lo divino.

Si leemos la definición de los diccionarios nos encontraremos con que “perfecto” es un adjetivo que describe aquello que tiene todas las cualidades requeridas, o que posee el mayor grado posible de cualidad sin ningún vicio, además que tiene el mayor grado posible de bondad o excelencia en su línea, es decir, perfecto es el que no se equivoca.

Por la misma naturaleza humana, no podemos decir que exista algún ser humano que no se equivoque nunca, pero sí podemos hablar de aquel que sabe hacer lo que hace con Amor. San Agustín propone: “Ama y haz lo que quieras”. Esta definición se acopla más a nuestra realidad humana. Esta idea no significa que cada quien hagamos lo que nos dé la gana, sino que el que ama no se puede equivocar si su forma de amar es desde la verdad, el respeto, el servicio, la justicia, la paz y la vida.

Podemos decir que amamos a nuestro esposo(a), a nuestro hermano, a nuestros padres, pero piensa… nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos… ¿darías la vida por la persona que amas?. Y no significa solo que te atravieses como guardaespaldas a recibir una bala en vez de que le llegue a alguien más, sino que significa dar tu tiempo, tu servicio, tu consuelo, tu sangre, tus palabras, y todo aquello que represente darle parte de ti a los demás.

Entonces la perfección humana, más que una falta de errores, es Amar y poner en acciones concretas y diarias por ti y por los demás ese amor incondicional. Estamos hechos perfectamente humanos, con todas las herramientas para poder amar desde que nacemos, entonces es necesario pulir día a día ese arte, reconectarnos con nuestra esencia más básica, que es el ser y actuar desde esta forma de amor pura, porque ahí no hay margen de error. Y aquí es donde radica la perfección humana.

¿Qué tan conectado estás con esa esencia tuya y la dejas actuar en tu día a día? ¿En este día de qué manera has actuado por amor y cómo te sentiste? Y si hoy no lo has hecho, ¿piensas hacer algo al respecto?

 

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Avalancha

“Mi táctica es construir con palabras”

—Mario Benedetti

 

Cuando estaba por publicar mi primer libro, mi maestro, Don Diego Moreno, me dijo que una vez publicado “se defendería solo”, lo cual me pareció muy bien ya que una de las cosas que me gustan mucho de escribir historias es que así no las tengo que relatar una y otra vez. Eso no es muy de mi agrado. Sin embargo creo que no era a mi comodidad a lo que él se refería, sino a la incapacidad material de estar al lado de cada lector para aclararle cualquier duda, saber de primera mano qué le parece el texto o incluso defender o justificar lo escrito. Quizás mi libro esté sirviendo para nivelar alguna mesa. No me preocupa.

Parte de esa idea es que las cosas que una persona lee suelen ser muy diferentes a las que se escriben en primer lugar. La palabra escrita establece un diálogo entre escritor y lector, y la teoría del diálogo dice que el emisor codifica su mensaje y el receptor lo decodifica. Esto, desde luego, aplica para cualquier clase de comunicación: escrita, hablada, con imágenes, con señas, etc. Pero la clave está en el código empleado y la manera que tiene cada persona en decodificarlo. Esto de forma natural produce reacciones tan variadas como las que un único ácido provocaría al mezclarlo en distintas probetas con diferentes compuestos.

Las personas tendemos a asumir lo que la otra persona quiso decir, lo que la otra persona piensa y hasta sus más negras intenciones… o las mejores, aun así suele ser un error suponer. Las suposiciones son diferentes según lo que cada individuo tenga en su interior, “como somos, juzgamos” dice la vox populi, o “el león cree que todos son de su condición”. Cuando nos comunicamos, entendemos los mensajes según las herramientas con las que contamos, el compuesto que tenemos en nuestra probeta, nuestra inteligencia y buen juicio al igual que nuestros prejuicios, miedos, desconfianzas, en fin, lo que somos. Se dice que al buen entendedor le bastan pocas palabras, sin embargo el comunicador no está exento de la responsabilidad de emitir un mensaje lo más claro posible y tratar —¿hasta dónde es esto posible?— de ponerse en el lugar de quien recibe su comunicado.

¿Cuántas relaciones no se han malogrado a causa de un simple malentendido?

El uso del lenguaje es la principal herramienta con la que contamos los humanos para comunicarnos, y va más allá de nuestro idioma, tiene que ver con factores tan diversos como la edad, la generación, la geografía, las condiciones impuestas por la sociedad, las creencias y la cultura como la posición social, estado civil, y todo el cúmulo de cosas que hacen de cada individuo lo que es. Mientras mayor conocimiento tengamos de esa herramienta, mejor la podremos utilizar para mejorar nuestras interacciones con los demás.

El lenguaje es una red social más extensa y más compleja que las que la tecnología ha venido a implantar en las comunidades humanas. Me parece fascinante el hecho de que las palabras puedan ser utilizadas igual con sutileza que con torpeza, para sanar o para herir, para llevar el conocimiento más elevado o tonterías. Fascinante pero sumamente delicado. Aunque se pueden usar para construir o para destruir, las palabras son más que una mera herramienta, como lo sería un cincel, que en las mismas manos puede crear una bella estatua o desfigurarla; las palabras, el lenguaje, nuestro idioma, son vehículo de nuestra cultura, de quienes somos.  Aquí hemos elegido utilizarlas para llevar lo mejor de nosotros para algo en particular: para compartir.

La primera vez que tuve la fortuna de colaborar con Adriana, la creadora de Pensando en Espiral, fue en un proyecto de radio que incluía locutores de diversas culturas de habla hispana en el que apostamos por la riqueza de nuestro idioma y sus diferencias entre países y regiones para lograr un acercamiento entre los radioescuchas. Sigue en el tintero.

Acercamiento.

Con más bríos y entusiasmo, le apostamos nuevamente a la expresión, en este caso, expresión escrita de las ideas para poner al alcance de los lectores las palabras de grandes personas que gentilmente han accedido a compartir con todos nosotros el conocimiento y experiencia que hay detrás de ellas. Como lo mencioné al principio, estas palabras, una vez en tus manos, se defenderán solas, aunque es nuestro deseo que sacudan tu mundo, ya sea de un modo radical, que te hagan vibrar de pies a cabeza y te hagan sentir que eres una nueva persona o que simplemente sean el garnuchazo que sirve para poner en movimiento la piedrita que terminará convirtiéndose en una avalancha.

 

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Haciendo Tierra: Primera Toma

¡Qué hermoso es el laberinto de la vida! Empiezo a escribir esta columna sobre el equilibrio entre la vida digital y la vida analógica, sobre el bienestar y me encuentro en una computadora conectada a la misma red a la que más de 3,500 millones de usuarios se conectan en el mundo.

Debo decir que, en mi caso, todo empieza en notas sobre papel, escritas a veces con lápiz, a veces con tinta y que el proceso puede incluir algunos trazos en acuarela. Pero al final, para que esto llegara hasta tus ojos, debió someterse a su inevitable digitalización.

Me gusta mucho pensar en el ser humano como una mera circunstancia cósmica, casi un accidente entre motas de polvo de estrellas, donde todo dura tan poco y es tan relativo que no hay nada lo suficientemente relevante como para  pasar un sólo segundo de mal humor. Aún así, con frecuencia me percato de que un insignificante pensamiento, cuyo nacimiento fue producto de la mínima actividad sináptica de unas poquitas neuronas en mi cerebro, me puede provocar días enteros de un humor digno de un perro rabioso.

Qué fácil es pensarlo, pero en el día a día, la vorágine y el ritmo de vida me pueden hacer perder de vista la verdadera talla que guardan las cosas. Entonces todo parece mayúsculo y a veces sin solución. El clásico caso del ahogado en un vaso de agua. Hasta en un vaso medio lleno o medio vacío según su optimismo.

De entrada, sé, porque me consta, que mi bienestar depende de mí y solo de mí. Y aunque podríamos ponernos a discutir eso de “bienestar”, voy a ponerlo desde un principio en términos más repelentes a la retórica y hablar de esa innegable sensación de “avanzar” que todos conocemos bien. La sensación que hace de motor detrás del inexplicable comportamiento festivo, lo que nos hace ir silbando por la calle, tararear una melodía aún en la lentísima fila del banco, saludar a un extraño, considerar sumarse a una campaña de abrazos gratis, hablar con las plantas, sentirse extrañamente libre, con ganas de aletear fuerte los brazos para volar o explotar en carcajadas a la menor provocación. La conocemos todos, al menos los que contamos con una mente medianamente sana, como que, también todos, pasamos por la etapa infantil.

Y es que siendo niño, uno está en la cumbre de la vida analógica, la vida digital no tiene la menor importancia. No se ha generado la relación con el “qué dirán” y la inocencia nos mantiene unos años a salvo del temor al ridículo y hasta del pudor.

Las cosas van cambiando con los años y alguien, generalmente con un poco más de edad y de malicia, nos viene a hablar de la verdadera identidad de Melchor, Gaspar y Baltazar, rompiendo así el encanto y sumándose a la inmensa lista de momentos que nos convertirán en náufragos de la inercia de las dinámicas sociales. Empezaremos a conocer el riesgo de que la opinión de un absoluto desconocido, probablemente ocioso y en el inicio de su pubertad, expresada en los comentarios de una vieja publicación de Facebook, nos puede robar la paz.

La tendencia global habla de un exponencial aumento en el uso de recursos digitales, de tecnologías que no consideran sentimientos ni emociones, de procesos de telecomunicación cada vez menos personales. Y ahí vamos todos, con más o menos estilo, pero todos. Usuarios, desarrolladores, proveedores o clientes, por encima de cualquier estilo de vida, la era digital marca un momento tan histórico como histérico. Estamos más interesados en la vida de cualquier pseudo celebridad que tuvo un millón de vistas en un video de Youtube, que en el entendimiento de cómo se cocinan nuestros propios sentimientos y emociones.

Pero esta raza humana, como hemos visto, se distingue por su necia capacidad de sobrevivir hasta a sí misma. Casi sin darnos cuenta diseñamos nuestras propias balsas salvavidas y hacemos por guardar un equilibrio, o al menos, por conservar la opción a la mano para cuando ya hayamos tenido suficiente.

Tras la llegada de la vida sedentaria, de los trabajos de 40 horas a la semana sentados en el mismo lugar, de los espacios citadinos que nos inhiben de tener un contacto con la naturaleza o que nos limitan a caminar distancias máximas como la que hay de tu baño a la puerta de tu auto, de tu auto a tu oficina y para de contar; el cuerpo humano exige movimiento y la mente, navegando en las ideas de una sociedad de consumo, interviene con inventos como la bicicleta sin ruedas, la máquina de remar que no flota o la caminadora que no te lleva a ningún lugar lejos de una televisión, todas grandes ideas para cubrir tan dañinas carencias. Todas, máquinas que encuentras en tu gym favorito.

En esta misma dinámica, la vida digital ha traído de vuelta, sin planearlo mucho, usos y costumbres que habían juntado más polvo que una enciclopedia en una escuela para ciegos.

¡Entonces la gente está volviendo a tejer! “Abuelita, ¿Dónde guardas tus agujas y tu estambre?” Instagram está inundándose de fotos de hombres saliendo a perderse en el bosque para pulir sus habilidades de supervivencia. Facebook se llena de recetas de infusiones con hierbas que tú mismo cosechas en la azotea, de cuadernos de papel artesanal cosidos a mano y llenos de intentos de caligrafía dignos del Rey Arturo.
¡Todos a bordo del tren llamado “Hágalo usted mismo”! ¡Este tren va a partir! Asegúrese de traer consigo sus más rústicas herramientas para tallar un tronco y convertirlo en una canoa.

Naturalmente, buscamos equilibrio. Supervivencia. Tal cual.

La era digital no está como para satanizarla. No hay bueno ni malo. Existen consecuencias tras cada decisión. Desde mi humilde punto de vista, eso es todo. Consecuencias. Pero si tu decisión es vivir haciendo amigos en Facebook que nunca verás en persona, dando “likes” a publicaciones que sólo alimentan tu envidia, cultivando inspiración al consumir tutorial tras tutorial y por ello encontrarte sin tiempo para hacer ninguna de las cosas que se te antojó hacer. Entonces debes saber que la consecuencia puede ser un desastre, a menos que tu abuelita encuentre pronto esas agujas y ese estambre y te enseñe a hacer el punto básico.

Este es un día perfecto para contar tus horas de vida digital y hacer un contrapeso con actividades meramente analógicas. Equilibrio es el nombre del juego. Equilibrio para la contentura.

 

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Estoy en lo correcto aunque se demuestre lo contrario

¿Qué se siente estar equivocado?, ¿cómo se siente emocionalmente? Pregunta la expositora a los asistentes. Dentro del público algunos contestan que se siente terrible, que es vergonzoso, etc. A lo que la expositora señala que están respondiendo a otra pregunta, ellos se están refiriendo a lo que se siente darse cuenta que uno está equivocado. Estar equivocado no se siente a nada, de hecho, se siente a estar en lo correcto.

Lo anterior es conocido como ceguera al error; cuando estamos equivocados pero no tenemos indicio alguno que nos haga darnos cuenta que estamos equivocados hasta que ya es demasiado tarde. Un ejemplo animado de esto es la caricatura del Correcaminos, cuando el Coyote, persiguiendo al Correcaminos, no se da cuenta que está corriendo sobre un acantilado y no es hasta que voltea a ver hacia abajo que se percata de su error y es ahí cuando comienza a caer. Él pensaba que seguía corriendo sobre tierra firme y su cuerpo actuaba de tal forma. De la misma manera nos sucede a nosotros cuando estamos equivocados, creemos estar parados sobre lo correcto  y aunque no es así, nos aferramos a esa idea.

Lo que propone Kathryn Schulz es bastante interesante en muchos sentidos, es decir, ¿por qué la mayoría de nosotros hace todo lo posible por evitar pensar que estamos equivocados a pesar que somos conscientes que como especie humana somos propensos al error?

Pongámoslo de la siguiente manera: usted está en desacuerdo con su pareja sobre un tema en particular, algo sencillo como el método correcto de lavar los trastes, la hora correcta del día para regar el jardín, la ruta ideal para llegar a algún lugar, etc. Desde el momento en que usted argumenta a favor de una u otra alternativa, está cien por ciento seguro (a) de encontrarse en lo correcto, si no, ¿qué caso tendría gastar tiempo y energía en defender algo que está equivocado? Independientemente del desenlace de esos escenarios, llama la atención que ninguno de los miembros de la relación llegó a cuestionarse si pudieron haber estado equivocados en ese momento. De pronto, toda esa apreciación abstracta de la falibilidad humana se escapa por la ventana cuando se pone en juego mis creencias y mi visión del mundo.

Pero ¿qué consecuencias negativas tendría darnos cuenta y aceptar que estamos equivocados en situaciones específicas?, ¿a qué estaríamos renunciando?, ¿realmente perderíamos parte de nosotros mismos, o sufriríamos daños irreparables en nuestra autoestima? Vivimos en una sociedad en donde equivocarse equivale a tener consecuencias negativas (perder una relación, no obtener un trabajo, etc.), de tal manera que nos convertimos no solamente en perfeccionistas, sino en personas que juzgan y critican el error en los demás y en sí mismas.  Sin embargo, confiar en la sensación de estar en lo correcto puede ser muy peligroso, ya que esa sensación no es una guía confiable de lo que realmente sucede en el exterior, y cuando actuamos de tal forma y dejamos de evaluar la posibilidad de estar equivocados, es cuando cometemos grandes errores. En palabras de la expositora, “estar equivocados en algo, no significa que haya algo mal en nosotros”.

Si bien, estar equivocado puede tener consecuencias negativas, el aferrarse a estar en lo correcto puede tener aún más. Actualmente podemos observar la gran división existente en la sociedad por personas o grupos que defienden fervientemente sus puntos de vista sin considerar la posibilidad de error. Esto nos lleva a la segregación, el odio, el rechazo y demás.

En lo particular, aunque no soy experto en el área del error, me resulta interesante el impacto que tiene dicho fenómeno en las relaciones interpersonales, particularmente, la forma en que las personas tratan de persuadir al otro, de moldearlo a sus necesidades, de “enseñarle cómo son las cosas”, de cómo esto genera un distanciamiento de las partes involucradas en una relación y se comienza a percibir al otro como un enemigo.

Afortunadamente, podemos ser capaces de transformar esto si cambiamos la lente con la que percibimos al mundo, si aceptamos que nuestra capacidad para equivocarnos no es un defecto vergonzoso del sistema humano, algo que podamos erradicar o superar, sino que es algo inherente a nuestro ser. Si tomamos esto como premisa, podremos tener un mayor nivel de aceptación hacia las cosas como son, hacia los demás y hacia nosotros mismos.

 

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Separación, aceptación social e infidelidad

Una de las principales causas de las infidelidades, tanto en hombres como en mujeres, es la falta de plenitud y felicidad dentro de una relación de pareja. Sí, generalmente alguno de los dos (o los dos) comienzan a perder el interés en la relación que tienen y buscan (o simplemente encuentran) en otra persona la emoción, pasión, escucha, ternura, etc. que le hacen falta. Creo que no solo en la actualidad, sino en toda la historia de la humanidad, siempre hay forma y tiempo de hacer las cosas cuando en realidad se quiere. En el caso de la infidelidad también ocurre así, siempre que se quiere (consciente o inconscientemente), se encuentra con quién y cómo.

Me he puesto a pensar en una situación que ayudaría mucho a bajar los índices de infidelidad y de infelicidad, que es la honestidad dentro de las relaciones de pareja, pero por alguna causa hemos aprendido a que es mejor callar las cosas, guardarlas, aguantarnos, a veces por evitar problemas, y en otras ocasiones por evitar situaciones incómodas y no aceptadas por la sociedad. En otras ocasiones es simplemente por querer sacarle la vuelta a la realidad o de plano no poder verla por lo dolorosa que parece.

A esto le agregamos que a diario, por más rudos y rebeldes que seamos (o parezcamos), estamos afrontando un diálogo (a veces lucha) entre lo que deseamos y lo socialmente aceptable. Y uno de esos casos es el de las relaciones de pareja que ya no funcionan, y que no solo son insípidas, sino que rayan o pasan en lo insano y destructivo. Soy terapeuta de pareja, y eso me hace saber que hay muchas ocasiones en donde la situación tiene solución, se trabaja en acomodar ideas, en revivir la pasión y otros detalles, y la relación renace como ave fénix, incluso mejor que cuando comenzó, ¡eso es genial y bastante deseable! Pero también hay casos que lo más sano es salir de ahí si queremos seguir con vida, emocional y hasta física.

A estos segundos casos me referiré ahora. Cuando ya después de hablar, trabajarlo, buscar ayuda profesional y espiritual, luego de haber explotado las herramientas que nos pueden aclarar el panorama, nos damos cuenta que la relación simplemente ya no funciona ni funcionará (o incluso que nunca ha funcionado en realidad), es importante comenzar a cerrar el ciclo de la manera menos dañina posible. Aquí es donde aparecen muchas arañas mentales que nos comienzan a trabar el camino, y una de ellas es la posible desaprobación social.

Vemos que para la sociedad (que aún me sigo preguntando quién exactamente es la sociedad) es mal visto terminar relaciones de pareja, y más si ya tienen alguna formalidad religiosa o legal entre ellos, y mucho menos si tienen hijos. Aunque cada día es más común el que las personas decidan terminar relaciones, pareciera ser que la etiqueta de “divorciado” o cualquier término similar, se tatuara en la cara de las personas y de ahí en adelante eres un especimen raro, que no puede construir una buena relación de pareja, y que no le interesa el futuro de los hijos, quienes pueden crecer con un trauma imborrable de por vida.

Lo que yo creo es que las personas que tienen el cuidado de identificar que su relación de pareja va en declive, hablan, trabajan, buscan solución, pero concluyen que ya no es sano seguir ahí y toman el valor de separarse, son personas valientes, honestas consigo mismos, sensibles a sus propias necesidades y en consecuencia de ello, a las necesidades de quienes lo rodean.

Quiero aclarar que no me refiero a las personas que juegan a casarse y divorciarse (legalmente o no) sin hacer ni el mínimo esfuerzo por trabajar en el arte de tener una relación de pareja. O que a la primera cosa que no les pareció, no tuvieron la habilidad de trabajar en ello y simplemente por orgullo o chiflazón terminan. Esta es harina de otro costal.

Para las personas que tienen la habilidad de autoobservarse, que se aman y cuidan a sí mismos y a los demás, no es fácil aceptar que su relación de pareja ya no debe de estar o ya no está (cuando por su parte no quería terminar) en su vida. Implica aceptar errores, responder por decisiones tomadas tiempo atrás y que no funcionaron como pensaba. Y una de las cosas que le es más difícil es saber que puede lastimar a personas que ama (o amó) mucho. No está lidiando solo con el duelo de la relación que perdió y en donde había depositado grandes esperanzas de plenitud de vida, sino que pierde relaciones interpersonales, cosas materiales, forma de vida, un pedacito de corazón (recuperable a futuro, pero por el momento se siente que arde), y aparte pierde una especie de credibilidad y aceptación social.

Pareciera ser que esta parte es la que menos le importa, ya que están más metidas en resolver todo el cúmulo de trámites y cambios de vida que se requieren tras cualquier rompimiento. Y sobre todo tratando de mantener juntos los pedazos de su Ser y de su corazón para no quebrarse emocionalmente, al menos no antes de lograr cerrar el círculo de manera diplomática y con los menores daños posibles. Entonces lo social pasa a segundo, tercero o quinto término.

Sin embargo, si la sociedad, es decir, tú, yo y los famosos demás, nos diéramos el tiempo de  dejar de juzgar para dar el brinco a comprender, las cosas serían más sencillas. Tendríamos un campo más abierto para evaluar las situaciones de manera más honesta, desde nuestro sentir y pensar, y actuar en base a ello. En vez de señalar a las personas que han dado el paso de terminar una relación de pareja inexistente o dañina, de criticarlos, e incluso por apariencia querer forzarlos a que deben de quedarse en donde prometieron (civil, moral o religiosamente) que lo harían, sería un alivio para ellos poder darles contención (sin lástima), escucha, amor, espacio para reordenar ideas y reconstruirse, abrazos, en fin, todo aquello que pueda ayudar a una persona en crisis a sobrevivirla, a sobrepasarla y resurgir como su Yo nuevo y reluciente que había estado siendo opacado por la situación de vida crítica que está viviendo, y probablemente vivió durante mucho tiempo.

El término de una relación de pareja es tiempo de reacomodar ideas, de sanar heridas, de agarrar fuerzas, de recalcular objetivos, de reinventarse, de REVIVIR.

Creo que va siendo tiempo de cuidarnos unos a otros, de en vez de meter el dedo en la llaga, de ponerle sal a la herida, y de querer forzar a los demás a ser quien nosotros pensamos que debería de ser. Necesitamos conocernos, conectar desde el corazón, aceptar que como humanos a veces tomamos caminos que al final no fueron lo que esperábamos y que tenemos derecho, incluso obligación moral, de recalcular el rumbo, con brújulas diferentes, aunque ese rumbo ahora parezca incierto.

Si tú y yo decidimos ser personas de aceptación, de comprensión y conexión (repito, sin lástima) podemos comenzar a crear un espacio, aunque sea pequeño, en donde las personas tengan esa libertad de continuar el camino, sanar, en lo mayor posible responsabilizarse de los daños, tomar un respiro y seguir adelante aunque se hayan caído, golpeado y descalabrado. Y parte de los beneficios de crear este pedacito de espacio es que cuando a nosotros nos toque caernos, sabemos que contamos con personas a quien estamos conectadas, que nos sostendrán de la mano mientras la tormenta pasa. Dentro de esta contención también hay momentos de confrontación con realidades que nos hagan crecer, aquí es donde resalto que no solo se le tiene lástima a la persona, pero cuando se hace dentro del marco de la aceptación, de la fraternidad, del acompañamiento, cumplen esa función de ser herramienta de crecimiento, no de arma que hiere y rompe más a la persona que está pasando por la crisis.

Así que, independientemente de el lado en el que nos encontremos de la situación en donde una pareja termina (quien terminó, a quien lo terminaron, quien acompaña a alguno de los dos), tenemos la responsabilidad de crear y crearnos un ambiente de aceptación y acogimiento, para sobrevivir, sobrepasar, y renacer. Ya que cuando detectamos en la vida algo que no está funcionando y que incluso nos está dañando, es de sabios y valientes tomar cartas en el asunto, valorar quien somos, y en base a eso actuar lo suficientemente rápido como para ya no seguir dañandonos o dañando a quienes nos rodean (sobre todo los más cercanos, como los hijos, son los que se dañan cuando nosotros no estamos felices o estamos en una relación de pareja insana o destructiva).

Entonces, creo que una de las principales causas de la infidelidad es el rechazo social que existe para las personas que deciden terminar relaciones insanas, ya que si vivimos en un espacio en donde las caídas y los nuevos caminos son aceptados, las personas se sentirían en mayor libertad de en vez de buscar una relación prohibida alterna a la que tienen, podrían cerrar ciclos, sanar y ahora sí, emprender el encuentro de una relación sana, constructiva, que llene de colores el corazón y la mente. Y así poder continuar siendo parte activa en crear una sociedad plena y sana.
Tengo la idea de que un corazón sanamente enamorado y libremente correspondido tiene el poder de crear tantos colores a su alrededor, que el mundo es diferente cuando se encuentran cerca de esta pareja de creadores amantes.
¿Qué te toca hacer a ti al respecto de este mundo de aceptación y crecimiento?

 

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La vida es muy simple

No sé por qué, si me siento tan bien bañado no lo hago más seguido. Y es que, de verdad  son muchas las cosas que me ponen de buenas. Pero cuando me doy cuenta, ya pasó mucho tiempo desde la última vez que lo hice; porque yo trato de invertir tiempo para todo lo demás y casi siempre me dejo al último. Como los buenos patrones, que primero pagan la raya de sus empleados y si les queda dinero, se pagan a ellos.

Son cosas tan sencillas, que hacen tanto bien al que las hace como a quien las recibe, como saludar a un buen amigo al que hace tiempo no veo o platico con él. Es más te propongo esto: Toma en este momento tu teléfono y busca en tus contactos a alguien que no hayas visto o platicado con él en los últimos tres meses y salúdalo, deséale un buen día o dile lo mucho que significa para ti… ¡PERO YA! ¡HAZLO AHORITA! ¡YAAAAAA!!!!

De nada sirve leer y escuchar cosas que no llevamos a la práctica así que: ¡Órale! Esto no te lleva ni un minuto, no te cuesta y hasta sentado en el trono lo puedes hacer. Estamos acostumbrados a ver películas y escuchar grandes historias, de personas que hacen grandes proezas por lo demás y nos imaginamos que es muy complicado o laborioso, pero con acciones tan simples como esto que te propuse ya comenzaste a generar un cambio en su entorno así como en el tuyo. Soy un fiel creyente de que el primer beneficiado en hacer algo por alguien más eres tú mismo, así que, si gustas, te compartiré una serie de cosas muy sencillitas que a mí me han ayudado a disfrutar esto de vivir cada día más. Esta fue la primera.

Te mando un fuerte abrazo y nos estamos leyendo muy pronto. Si tienes chance platícame cómo te fue.

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Nuestro Equipo

Adriana Villarreal, Bolis
Directora Editorial
Doctora en Filosofía con especialidad en Psicología. Ama la ciencia y realiza investigación en el área de la cognición y emoción humana. Es psicoterapeuta individual y de pareja. Dirige Tribuba Consultores, que se dedica a mejorar ambientes organizacionales y de crecimiento humano basándose primordialmente en técnicas ludomusicales. Maestra universitaria en las áreas de desarrollo humano, investigación, comunicación y educación. Apasionada por el micrófono de radio, es productora y locutora de Pensando en Espiral desde el año 2003 y fundadora de la Revista digital Pensando en Espiral desde 2017. Es fan de jugar, lo que la llevó a ser clown. Y el mejor y más saboreado de sus títulos es el que su hijo Alex le recuerda todos los días: Mamá.
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Carlos Garibay, Dosis
Coeditor
Carlos García Garibay (Guadalajara 1973), ejecutor de proyectos informáticos para el Gobierno del Estado de Jalisco y para la iniciativa privada. Profesor universitario de Literatura, Informática y Matemáticas. Ha sido editor y reportero deportivo de la revista DSD la Tercera. Es autor de los libros Elvis es un buen tipo y Nina cerró los ojos. Colaborador para El Occidental, Canal 58 y RadioVolks en el proyecto independiente Rock a Través del Reloj. Produjo en RadioVolks el programa de heavy metal MetalVolks y fue conductor y productor del programa de entrevista radiofónica Radio Sin Documentos en Ciudad 1480 de Radiorama de Occidente. En la actualidad forma parte del staff de Music In Loud Frequency, donde produce y conduce el programa bohemio Noches de Arrabal y el programa deportivo La Patada en los Ovoides.
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Agustín Torres, Tas
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Facilitador de Risaterapia Empresarial, LAE, dinámico conferencista internacional que en sus presentaciones te brinda herramientas practicas y divertidas que propician un ambiente de trabajo optimo donde los colaboradores se encuentren motivados y felices en su entorno laboral con un trato mas humano que permita su desarrollo personal y a su vez de su empresa.
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Aarón Iván López Álvarez
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Soy un estudioso del pensamiento, la emoción y el comportamiento humano. Estoy interesado particularmente en las relaciones interpersonales y en la forma en que el ser humano moldea su comportamiento gracias a estas interacciones. Dentro de los temas que me apasionan están el amor, el perdón, los celos, la infidelidad y los mecanismos de autorregulación.
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Andrés Aguilar Larrondo
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Andrés Aguilar (México, 1975), es un “idiota de tiempo completo” en sus propias palabras, se graduó de la Universidad de Payasos “Clown College” de Ringling Bros. and Barnum & Bailey y se mantuvo de gira con dicho espectáculo en más de mil representaciones. Andrés es también un artista multidisciplinario, licenciado en comunicación por la Universidad Anáhuac y un ejemplar emprendedor social. Ha sido conferencista para la plataforma TED en 4 ocasiones, fundó Risaterapia A.C., la red de voluntarios promotores de la alegría más grande del mundo y ha impartido conferencias y talleres para las empresas y universidades más importantes de México desde hace 15 años. No pasa un día sin que Andrés Aguilar escriba un poema o haga un nuevo amigo. “Haciendo Tierra” es una columna escrita por Andrés Aguilar Larrondo, con la finalidad de ofrecer un sano equilibrio en una sociedad cada vez más alienada entre sus individuos y más dada a olvidar la esencia humana por la creciente tendencia digital. Las propuestas de esta columna guardan un estricto respeto a las creencias y principios de sus lectores y exponen una sencilla pero contundente opción para “hacer tierra” después de tanta y tan acelerada vida digital. El fin último: sentirnos cada día más contentos y más en control de nuestra “contentura”.

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Angélica María Sánchez Dávila
Colaboradora
Mujer nacida en el año 1968, profesionista y profesional. Apasionada en muchos sentidos. La distinguen las ganas de siempre estar prendiendo de la vida, de lo que la rodea, siendo alumna y maestra al dar y recibir de sus semejantes. Cree firmemente que hoy está aquí para compartir y recibir de cada persona con la que comparte una mirada, una sonrisa, un saludo, un espacio, o cualquier expresión y momento. Es licenciada en Psicología Educativa, Maestra en Estrategias Reeducacionales Multidimensionales, actualmente cursa la Maestría en Desarrollo Organizacional. Fundó y coordinó la Red de Voluntarios del Instituto de Asistencia e Integración Social del Gobierno de la Ciudad de México. Actualmente es responsable de los modelos de Reinserción Social “Casa Taller para la Vida”, “Casa de Medio Camino” y “Hogar CDMX” del Gobierno de la ciudad de México, que va dirigido a personas que estuvieron en situación de calle. Tiene entrenamiento en terapia de grupo, acupuntura, facilitación en técnicas de escucha, contención, reeducación emocional, Risaterapia y terapia de juego. Soñadora incansable, fiel creyente de la transformación del ser humano y de que el bienestar social y la paz son posibles.
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P. Daniel Obregón González
Colaborador
Sacerdote católico, pertenece a la comunidad de Misioneros de Familia y Juventud. Actualmente es Asesor General de Comunidad Juvenil. Su más grande alegría es entregarse al Señor. Le apasiona el evangelio, transmitir la buena noticia de Jesús a todo el mundo. Es una persona feliz y le gusta ayudar a otros a encontrar la felicidad dentro de ellos. Le interesa ser claro y abierto al expresar sus ideas. Cree que los demás sea quien sea merecen lo mejor de él, y se esfuerza por que así sea. Sus valores fundamentales son: La familia, la amistad, la alegría y servir a Dios.
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Sandra Rodríguez
Colaboradora
Es internacionalista y maestra en Derecho Humanos y Democracia. Ha participado en la organización de eventos como el Fórum Universal de la Culturas, la Cumbre de la ONU en Monterrey, congresos de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales y de la Asociación Internacional de Hispanistas. Dentro del sector privado se vinculó con el Pacto Mundial de la ONU y el Instituto del Banco Mundial para generar y replicar iniciativas de responsabilidad social y sustentabilidad al rededor del mundo. Actualmente es docente en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Es bailarina, yogui, orgullosa madre y aprendiz de vida.
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Mónica Isabel Rodríguez Mancilla
Colaboradora
Lic. En Psicología clínica, ha trabajado con niños, adolescentes y adultos, en el ámbito institucional y privado desde la perspectiva psicoanalítica. Con más de 15 años de experiencia.
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